Amanda, 56, madrileña, divorciada. 1ª Parte.
Sábado 14 de octubre del 2023, Madrid. Puente del Pilar. Y lloviendo, jajaja, esto es alucinante.
Son las seis y media de la tarde. Me queda una hora y media para que empiece la obra de teatro, genero comedia que me gustan tanto y me lo paso muy divertidamente, y yo aún estoy medio mojado, ya que tengo puesto un chubasquero (prenda que se usa para no mojarte mucho, es como un chaquetón pero con capucha y la tela es impermeable), está muy bien, pero los pantalones no son impermeables, por tanto, no están calados o mojados aún por el agua de la lluvia, pero empiezan, por lo que me voy desde el Palacio Real de Madrid hasta mi hotel, andando ni lento ni muy rápido, simplemente algo acelerado para así no llegar como echo un cromo de lo calado que podría llegar a la habitación del hotel.
Nota de autor: Esta primera parte de dicha historia real vivida por mí tiene un tiempo de lectura de media hora aproximadamente.
Me ducho, aunque casi no me hace falta por todo lo que estaba lloviendo en mi paseo, pero hay que ir limpio a los acontecimientos, y sobre todo, que lo necesitaba, ya que nunca sabes donde puedes acabar la noche. Y qué coño, porque hay que asearse.
Acabo mi ducha y de vestirme, y salgo del hotel con mi chubasquero puesto y me dirijo al metro para desplazarme al teatro que, aunque casi todos están en el centro de la ciudad, algunos no lo están, y es mejor cuando llueve ir en transporte público, pero el autobús o taxi, no es conveniente, el tráfico con lluvia es una pesadilla. Mejor, el metro (para quien no sepa lo que es, internet te informa de todo, solo con poner “metro de Madrid y sus líneas” te aparece toda la información necesaria. Gracias para quien lo entienden. Es que no quiero que esta historia sea tan larga, que hasta me aburra a mí, el autor de ella.
Llego a mi destino, y sigue lloviendo, jajaja, me rio para mí, porque me encanta la lluvia y ver a esas personas que con sus paraguas intentan cobijarse de esa lluvia o que se meten en los portales o no salen de las tiendas, por no mojarse y que sus delicados pelos de la cabeza, o permanentes no se estropeen, pero cuando van al mar o a la piscina, se les olvida esos cuidados de sus cabellos, por eso me rio.
Camino un rato, apenas dos calles y llego a la entrada del teatro, y quedaban aún cuarto de hora para que empezará la obra, pero siempre hay que llegar con tiempo de sobra, porque luego no te abren las puertas para que entres a menos de dos minutos. Y espero mientras van entrando las personas. Obviamente te vas fijando en todas las personas. Hay de todas las edades pero, sobre todo, los que no se han ido de la ciudad por el puente o como yo, que visitan la ciudad y quieren distraerse con una buena velada teatral. Porque, aunque no lo crean, esta ciudad nunca esta vacía, aunque te digan en pleno agosto la mítica frase “Madrid esta vacío”, jajaja, no saben lo que es que una ciudad este vacía. Bueno, si lo saben. Plena pandemia. Confinamiento exigido por las autoridades tanto sanitarias como gubernamentales, que hicieron que todo un país y todo un planeta se metieran en sus casas para evitar el contagio. Pero, aunque no hubiera gente por las calles, las ciudades no estaban vacías.
Entro en la sala del teatro. Nunca pensé que en 23 filas y cada fila tuviera 15 asientos, se llenara completamente, por tanto, piensen que es un teatro pequeño, porque no tenía palco superior ni palcos a los lados, es decir, si calculan cuanta gente podía estar sentada en cada butaca, pues que sepan que eso es un teatro pequeño de una ciudad como Madrid.
Mi asiento estaba en la fila 17, y la butaca o asiento era el 7, no estaba precisamente en una esquina, sino en todo el centro. Yo pensaba que no lo iba a ver bien, pero sí. (Por si alguien no lo sabe, cuando compras entradas para el cine o el teatro, intentas mirar que estén lo más centradas posibles y si la página web en donde venden esas entradas, tiene un dibujo de como son los asientos o donde están ubicados en la sala (en este caso en las páginas webs de venta de entradas, no tenían un plano de la ubicación de los asientos), pues te haces una idea de donde te va a tocar. En un cine digamos que da igual, porque siempre la pantalla está más alta para que todos puedan verlo aparte de que los asientos son altos (en el teatro no se da ese caso jejeje), pero en un teatro la cosa cambia ya que si te toca una persona algo más alta que tú, digamos que te pierdes todo lo que va a representarse en dicha obra, o si tú eres alto como es en mi caso, puedes entorpecer a los que estén detrás tuya, aunque hace ya un tiempo, la gente les da igual si tú ves o no la obra, cada uno va a su royo, pero en mi caso, midiendo metro noventa centímetros, precisamente pequeño no soy, y sentado menos, pero yo tengo una ventaja y es que me suelo recostar en el asiento. No para hacer que los de atrás mío puedan ver el escenario, sino porque me gusta. Aunque también es verdad que, al ser tan alto, digamos que mis piernas no son precisamente cortas, son normales, y los asientos de los teatros, a diferencia de los del cine que son más amplios, pues me hacen que tenga que tener metidas mis rodillas entre los huecos de cada asiento delantero, vamos, que recostado y piernas abiertas en mi caso, los de atrás ven, yo veo, pero estoy algo incómodo. No se puede hacer un teatro a gusto de todo el mundo, así es la vida.
Me acomodo como puedo, sabiendo que no me tengo que levantar para que salga alguien o se siente en su asiento, ya que, al estar en el centro de la fila, los demás entraran o saldrán de dicha fila por las esquinas, por lo que a mí no me molestan. Pongo mi chubasquero a un lado de mi asiento casi siendo como si fuera una almohada, pero sin dejar de estar cómodo por lo estrecho que son dichos asientos.
Y ahora, a falta de diez minutos para que empiece la representación de la obra (ya que no es lo mismo la hora de entrada que la hora de comenzar la obra), y viendo que casi todas las butacas están ocupadas, las de mi izquierda está un matrimonio de jubilados, muy silenciosos, aunque tuve que enseñarles un poco como poner en modo avión sus teléfonos, pero muy agradecidos. Y en mi asiento de la derecha veo que viene una mujer digamos de mi edad o algo más, con un hombre bastante más joven que ella (creo que unos diez o quince años menos tendría o incluso más). Podemos pensar que podría ser su hijo o su sobrino, porque puede pasar. Yo no pienso en eso. Realmente lo que pienso es que es una mujer que le gustan más jóvenes. Pero ¿para qué? ¿Para inculcar el arte de teatro? Podría ser. ¿Para inculcar cultura y luego irse de cena con él? También podría ser. Pero yo sigo sin pensar en eso. Lo siento, soy un salido de mente. ¿Qué pienso yo en ese mismo momento? Fácil.
Pienso que esa mujer que no se ha ido de puente, posiblemente porque haya tenido que trabajar el día anterior o incluso el día festivo, pues que se ha buscado un hombre más joven que él, para pasar la tarde, divertirse y luego follar hasta el amanecer. Soy así, voy a lo morboso y caliente. Cada persona piensa lo que le sale de los huevos u ovarios, que son casi lo mismo.
¿Y os preguntareis porque tengo esos pensamientos? Muy fácil para mí, porque así es como yo empecé con mujeres casadas o divorciadas. Cuando sus maridos (en el caso de las casadas) se iban con los amigos a ver el futbol, no eran las dos horas de partido y concentración para ir al partido de su equipo favorito, sino que iban antes a tomarse unas copas y luego si habían ganado lo celebraban con más copas, con lo cual yo tenía casi cuatro horas para estar con esas mujeres. En el caso de las mujeres divorciadas, tenía el tiempo que ellas querían, ya que sus posibles novios o amigos, también eran futboleros. En el caso de mujeres solteras, no se dio el caso cuando era joven. Y en el caso de las separadas, digamos que, al tener hijos, necesitaban estar menos tiempo follando y más con sus hijos, por lo que a mí realmente quien me introdujo en el mundo del sexo, fueron maduras casadas y divorciadas. Indico que, si ahora tengo cincuenta y tres años, cuando empecé a follar con mujeres maduras fue con veinticinco años, puede que algo tarde o no. Gracias al futbol, muchos hombres que no nos gustan, hemos metidos más goles a vuestras mujeres que vuestros equipos favoritos. También digo que no me gusta el futbol, jajajaja, ver a 23 tíos corriendo detrás de un balón y ganar los millones que ganan, pues no es un deporte para mí que tenga que gustarme, pero bueno, es una tradición de muchos países. Y cada persona tiene sus gustos.
Al lio.
Esta mujer que la llamaremos Amanda, porque me apetece y porque luego ella leerá esta historia, me lo ha prometido (y como siempre hago, elegimos el nombre entre la protagonista y yo, el autor), pues quería llamarse así y a mí también me gusto, aunque no sea su nombre real. Pues la veo entrar con un pantalón ajustado, que desde cerca se veía que era como los de yoga, pero sin llegar a serlo, negro, tan negro casi como el techo de la sala en donde estábamos. Con unas botas que le llegaban por encima de los tobillos. Una cazadora roja y creo que un jersey fino de color rojo también. El chaval u hombre joven que era su acompañante, ni idea de lo que llevaba de ropa, porque se sentó al lado derecho de ella. Es decir, Amanda estaba sentada a mi derecha. Se acomodaron como pudieron cuando sonó por megafonía lo que siempre se escucha “por favor, apaguen sus teléfonos móviles o déjenlos en modo silencioso. No permite filmaciones. Y deseamos que disfruten de la obra” o algo parecido.
Normalmente cuando no sabes dónde poner tu cazadora, sueles hacerlo encima de tus piernas, junto con tu bolso (en el caso de las mujeres). En el caso de los hombres, tapando tu paquete y parte de tus piernas. En mi caso, en el lado izquierdo, ya que así hacía de obstáculo para el codo del hombre mayor que tenía a mi izquierda. En el caso de Amanda, se lo puso tapando digamos disimuladamente su coño, y su bolso en sus piernas cerradas.
Se apagan las luces.
Estamos completamente a oscuras, menos por algunas luces flojas de las linternas de los acomodadores de sala, para sentar a los últimos que entraban en la sala.
Suena una música y se abre el telón y aparece los actores, según va comenzando la obra de teatro.
Nota de autor: No pienso explicar todo lo que hicieron y dijeron en dicha obra, porque eso es plagio y aparte, porque tienen derechos de autor, es mejor ir a ver las obras y divertirse. Solo decir que la representación duraba casi dos horas. De risas y de alegrías. ¡Ole!!!!
Yo creo que, a eso de la media hora de haber empezado el espectáculo, esta mujer digamos que no se encontraba muy cómoda con la elección de su pareja para ver el espectáculo, porque no paraba de decir en voz baja “¿a qué hemos venido, a ver la obra o a que tú me metas mano y no me dejes ver el espectáculo?” y no sé lo que le diría el hombre que la acompañaba, pero estaba claro que no apreciaba el arte que estaba siendo representado en el escenario. También es verdad que en la oscuridad no se ve nada, pero con la iluminación del escenario, yo si podía ver de reojo como una mano intentaba tocar la teta derecha de la señora, por fuera de su jersey, supongo que ese hombre pensó que en la oscuridad nadie veía su mano blanca encima de la teta de la señora, que puede que ella quisiera tener un momento caliente en un sitio con público, pero ¡tío, contrólate un poco y espera a que la gente esté más concentrada en el espectáculo que está viendo!, que tienes tiempo de todo. Bueno, pues paso un rato y ya no hacían nada, pero creo que ella seguía estando algo caliente, porque de repente noto su mano acariciar mi muslo, por encima, mientras seguía mirando lo que en el escenario ocurría, y riendo como yo y el resto de público.
Hay que puntualizar una cosa aquí. Yo soy un hombre que puede hacer dos y tres cosas a la vez, es decir, sí, aunque no se lo crean las mujeres, yo puedo estar viendo esa obra de teatro, comedia, riéndome, enterándome de todo, incluso estar metido en dicha historia, mientras siento como la mano de una mujer me acaricia mi muslo, incluso yo al tener mis piernas abiertas por lo que comente antes de los asientos delanteros, y notar como esa mano se cae lentamente por el interior de mi muslo, sutilmente mientras ella sigue con su mano derecha quitando la mano del otro que le intentaba poner cachonda perdida, sin saber el hombre que ella ya llevaba rato estando así, pero además yo notando que esa caricia que ella me hacía estaba despertando a un musculo que tenemos los hombres.
Podría haber intentado quitar la mano de esa mujer con mi mano, sutilmente.
Podría haber hecho el intento de cerrar mis piernas, algo complicado con el poco espacio que tenía.
Podría incluso haber tosido a su lado para darle a entender de que no siguiera haciendo la caricia a mi muslo, como gesto de que no me gustaba.
Podría haber hecho tantas cosas, pero no hice nada.
Deje que esa mujer siguiera y estuviera el tiempo que deseara.
¿A quién no le gusta que le metan mano o le acaricien mientras está contemplando una comedia encima de un escenario?
Pero, ¿qué pasa cuando una mujer, madura, en mitad de una sala de un teatro, te toca la pierna, o el muslo y sabes que su mano no se queda quieta, sino que va a por tu tesoro?
En mi caso, no se me pone dura del todo, pero no está en modo avión como los móviles, jajaja.
Ella seguía en su caricia sensual, estando totalmente a oscuras, y yo disfrutando de dos cosas, el espectáculo del escenario y de que me estaban metiendo mano, literalmente. ¿Placer? La ostia de placer, jajaja.
Pero a mí cuando me mete mano una mujer también me gusta meter mano a ella, digamos que es un instinto reciproco, no soy egoísta en estas cosas. Y aquí venia mi incertidumbre.
Podría hacer lo mismo que ella me hacía a mí, pero claro, ¿quién me dice que el hombre con el que ella estaba, no le estaba haciendo lo mismo? Me encontraría con otra mano y puede que se alterará el otro hombre, por interrumpir su zona de tocamientos. Descartada esa opción, ya que no hay que montar un escándalo sin necesidad. Aunque Amanda estaría en pleno placer, dos hombres de distintas edades y sin conocerse de nada, peleando por tenerla a ella gozando en público. El espectáculo estaba en el escenario, no en las butacas.
Podría también acariciar su muslo, pero por mi lado, sin llegar a tocar coño, pero a mí me gusta sentir en las yemas de mis dedos ese clítoris y esos labios mojados. Entonces decidí ir por la parte de atrás. Pero estamos hablando de una persona sentada en una butaca de sala de teatro, que no es una silla o sillón, que realmente no puedes acceder muy bien. Si su trasero, culo o pompis, como queráis llamarlo, estaba literalmente hundido en el cojín del asiento. Ella seguía teniendo su maya o licra de pantalón puesto. ¿Qué hacer entonces? Pues ni corto ni perezoso y disfrutando de que su mano ya había llegado a mi paquete medio morcillón sin llegar a estar duro como el apoyabrazos de la butaca, pues moví mi brazo derecho para que mi mano fuera directamente a la cintura de esta mujer. Sin cortarme ni un pelo, meter mis dedos por dentro de esa tela elástica, y llegar a su raja de culo. La posición no es nada cómoda, ya que dichas butacas estaban juntas y solo las separa un delgado reposabrazos, que ese nombre no sé quién se lo puso, porque solo puedes reposar la mitad de tu brazo. Luego está la postura sentada de cualquier persona, pero yo os recuerdo que estaba recostado, es decir, no estaba sentado como ella o el resto del público. Digamos sinceramente que la maniobra que iba a realizar, decir cómoda es casi ser un exagerado, pero bueno, ya se sitúan, ¿no?
Amanda supo lo que quería hacer y para facilitarme mi trabajo, se acomodó echándose hacia el hombro de su acompañante, poniendo su cadera de lado, así yo no sentiría la presión de su cuerpo contra el asiento. Esto se lo agradecí metiendo mis dedos por su raja anal, hasta sentir en la punta de mis dedos un objeto algo duro en la entrada de su ano. ¿Qué era? Ni idea, no iba precisamente a comprobar si era un plug anal o si era otra cosa, pero si note que vibraba algo, una ligera vibración. Entonces me acorde de que hay juguetes sexuales con vibración, y que tienen un mando a distancia. Estaba claro ahora porque esa mujer estaba como estaba, y era porque el mando a distancia lo tendría el acompañante de ella. Estaba jugando con los diferentes modos de vibración, por eso la estaba o creía que la estaba poniendo cachonda perdida y muy excitada, aunque ella creo que realmente estaba así de alterada no por ese juguete metido en su culo, sino por la mano de un extraño intentando llegar a su más que mojado coño, cosa que el otro hombre no podía llegar, aunque lo deseara. Pero en estos casos, el primero que llega se lleva el trofeo.
Mis dedos, gracias a la postura que tenía Amanda, consiguieron llegar a la entrada de su coño, y podría incluso haber forzado más mi muñeca y hacer que mis dedos jugaran con su clítoris (que me encanta tocarlo, es el musculo mejor echo del cuerpo de una mujer), pero a veces no hay que forzar situaciones y posible esguince de muñeca por complacer a una mujer que ya lo estaba, por lo que opte por la opción más fácil para mí. Metí dos dedos en su coño e hice ese movimiento que toda mujer saber hacer con los suyos. Follar con mis dedos su coño. Primero lentamente, ya que creo que no hacía falta ir más rápido, porque su orgasmo si no lo había tenido ya, estaría a punto de explotar dentro de ella, aparte que, al estar mi mano casi pegada a su ano, empujaba algo más ese objeto vibrante que tenía ella introducido en su esfínter. No digo lo que esta mujer sentiría, porque ya lo sabéis todos, jejejeje.
Yo seguía sintiendo su mano encima de mi paquete, por lo que le facilite un poco bajando con mi mano izquierda, la cremallera y dejando que sus dedos entraran y tocaran mi bóxer con el bulto que empezaba a levantarse. Mis dos dedos, corazón e índice entrando y saliendo de su más que mojado y lubricado coño o vagina. Sus gemidos no los oía, pero creo que el acompañante si los oyó, porque ella tenía su boca casi pegada a la oreja de él. Y mientras las risas del espectáculo que estaba en el escenario se repartían por toda la sala.
Amanda, entonces apretó sus muslos y no es que haya que ser un ingeniero de la nasa, pero se corrió (tuvo un orgasmo, no sé si el primero o segundo o vayan ustedes a saber), estaba más que claro, y yo seguía follando su rico coño. Menos mal que hubo unas carcajadas en la sala que taparon ese gemido de la mujer cuando se explotó por dentro que, aunque lo quieras hacer en modo silencio, se escapan para oídos agudizados (como los míos), así que, viendo ella que esas carcajadas del público le tapaban sus posibles orgasmos, siguió, incluso meneando un poco su cadera, dando a entender que le gustaba y así yo siguiera dándole placer. Y eso hice.
Estuve follando con mis dedos al mismo ritmo, sin parar sobre todo por la postura de mi mano en esa butaca, ese masaje dedil en su cueva. Encima, el plug seguía vibrando dentro de su ano. Su acompañante creyendo que todo era porque estaba jugando con el mando a distancia que tenía en su poder, mientras cambiaba de velocidades el aparato. Y yo sintiendo ahora como Amanda había traspasado la barrera textil de mi bóxer y ya tenía mi polla algo más dura, entre sus dedos y mano. Ella me masturbaba enérgicamente cuando le iba a llegar un orgasmo suyo, y más lento cuando acababa o buscaba otro suyo. Yo no me corro porque me hagan una paja, ya lo digo claramente, y menos si durante una hora me lo hacen, mi cuerpo es así y no consigo eyacular de dicha manera, pero Amanda si seguía teniendo orgasmos, y yo seguía teniendo dos dedos de mi mano que ya empezaba a sentir la postura obligada, de adormecerse. Pero no quise que esta mujer madura dejará de sentir lo que estaba obteniendo de un maduro desconocido. Las risas en la sala seguían. Yo me reía del espectáculo del escenario, porque seguía la historia. Ella no sé si se reía de la obra de teatro o de la escena que tenía en su cuerpo. El acompañante, ni idea si se reía o no, tampoco me interesaba.
Os recuerdo que la obra duraba casi dos horas. Yo creo que ya había pasado una hora, y seguía Amanda con su mano en mi polla con la paja. Mis dedos entraban y salían de su coño que, con sus orgasmos, eran como meter los dedos dentro de una sandía o un postre de gelatina, facilidad al máximo, y como seguía con el mismo ritmo, hay que decir que la sangre en mi mano iba aflojando, pero me daba igual.
Yo nunca he tenido sexo en un teatro. Miento. Si lo he tenido, pero sin público como espectadores, pero eso es otra historia que ya contaré. Pero no lo había tenido nunca con una mujer que nunca había visto. Nunca lo había tenido riéndome de la comedia que estaban representando los actores y actrices. Y nunca lo había tenido disfrutando y queriendo que no se acabara. Bueno, me hubiera gustado la verdad que esa mujer hubiera ido sola al teatro. Porque eso de tener el peligro de que ese hombre joven se enterará de que había otro que estaba haciendo el trabajo que él podría hacer, hacia incluso que el morbo llegará a un extremo de peligroso. Nunca sabes cómo pueden reaccionar las personas cuando se sienten abrumadas por lo que no pueden hacer. La cuestión es que, para mí, la fantasía de hacerlo en público la había hecho muchas veces, pero en un teatro, en mitad de la obra, con publico alrededor que estaban más interesados en el escenario que en lo que pasaba en las butacas, y además con alguien que no conocía de nada, para mí es una fantasía hecha realidad y superada muchísimo a lo que yo pudiera haber imaginado a lo largo de mi vida sexual.
Pues yo seguí follando ese coño, que no paraba de tener contracciones sobre todo cuando explotaba por dentro con sus orgasmos. Ni los conté. No me gusta contar los orgasmos que produzco en las mujeres. Ellas los disfrutan.
Seguía con la mano de esa mujer haciendo esa maravillosa paja a oscuras.
Amanda en ningún momento me miro, más bien prefería seguir haciendo que estaba con su acompañante y disfrutando como el resto de espectadores de la obra. No sentí nada de rechazo con su actitud, también hay que tener en cuenta que las personas pueden disfrutar sin tener que mirarse a los ojos. El cuerpo es muy sabio y nos indica cuando le gusta algo y cuando no.
Creo que ya estábamos en la hora y media de espectáculo, y note que mi muñeca apenas le llegaba sangre para seguir con la follada dedil, por lo que saque mi mano de esa tela elástica, suavemente para no forzar un movimiento brusco. Amanda se acomodó de nuevo para volver a estar sentada normal y corriente, pero seguía con su mano atrapando mi polla. Ahora la miré un poco y la vi con una sonrisa gracias a la iluminación del escenario. Estaba claro que le había gustado bastante el espectáculo, no el del escenario, claro está. Y seguía con mi polla más que dura, masturbándome. Creo que se pensaría que en algún momento soltaría un chorro de leche, pero no lo hice, es que nunca lo he hecho con una paja, no iba a ser ella la primera a lo largo de mi medio siglo de vida, jajaja, pero la deje que siguiera hasta que se cansará.
Las risas en el escenario y entre el público eran cada vez más altas, y de repente se cierra el telón y Amanda suelta mi polla cosa que yo agradecí, aunque la tenía tan dura y me dolían bastante los huevos que, si llega a agacharse y meterla dentro de su boca, se hubiera llevado un chorro de semen concretado. Pero no lo hizo. Una dama no debe de exponerse de esa manera, o pensó que, si lo haría, el otro hombre, el que la acompañaba se mosquearía e intentaría saber que le ocurría. Yo que sé, pero tras un instante, se encendieron las luces poco a poco de la sala, para no dañar las retinas de los que estábamos allí, eso me dio tiempo a meter mi polla dentro de mi bóxer, cerrar la cremallera y esperar a que la gente poco a poco empezará a levantarse para desalojar la sala.
Si.
Había acabado la obra teatral.
Miré mi móvil y efectivamente, había pasado ya más de una hora y tres cuartos, desde que me senté en esa butaca.
Muy buena, por cierto, no por lo que había tenido yo con Amanda, sino porque la obra es para ir a verla todo lo que se pueda y reírte, porque te ríes.
Yo, al estar en mitad de mi fila, esperé a que fuera desalojándose. Mis vecinos mayores, me pidieron que les pusiera de nuevo sus móviles en modo normal, que amablemente se lo hice y me lo agradecieron. Mi vecina de la derecha, estaba aún sentada en su butaca, mirando de un lado para otro, viendo cómo iba saliendo la gente por la puerta de la salida de la sala, para intentar levantarse y no esperar de pie como se iba vaciando. El acompañante estaba con cara de felicidad, creyendo creo que el haber jugado con el mando a distancia, había hecho que esa mujer madura se lo había pasado bestial en su compañía. Digamos que él había tenido realizada su fantasía de tener a una señora mojada y cachonda y con orgasmos en un sitio público. ¡Felicidades, machote, jajajaja!
Amanda, se levantó y se quedó quieta, de espaldas a mí.
Yo tenía la opción de desalojar la sala por el lado de mis vecinos mayores, pero digamos que, a ciertas edades, eso de ir rápido saliendo de una sala no es que sea posible, es más, iban a cámara lenta, así que decidí ir detrás de ese culo precioso que tenía esta mujer, con la separación justa para no tocar nada. Oí decirle a su acompañante lo que duraba la batería del juguete que tenía metido, y que se lo había pasado muy bien. Que tenían que repetirlo más veces. No sé si era verdad lo que dijo o solo lo hizo por agrandar el ego de aquel hombre, total, me daba igual. Mis dedos olían al coño de esa mujer, y eso si habían estado al menos una hora y media dentro de ella.
Ya empezó la sala a estar más vacía y pudimos salir de ella tranquilamente.
Al salir, estaba lloviendo. Qué raro, ¿no? ¿Madrid lloviendo a las nueve de la noche de un sábado de un puente del pilar o la hispanidad? Jajajaja, normal y corriente.
Me puse mi cazadora o chubasquero, y me dirigí lentamente hacia la entrada de metro, que estaba ahora algo llena por la gente que había salido del teatro, cuanta gente puede entrar, por favor, éramos muchos, por tanto, andar lo que se dice andar no lo hacía, realmente estaba esquivando a unos y a otros, con sus pedazos de paraguas que si no estás muy atento, te sacan un ojo, porque la gente cuando tienen un paraguas abierto, no se da cuenta que hay más gente a su alrededor, y pueden ser algo más altos que ellos, y tienen que sortear esos puntiagudos pivotes pequeños para no quedarse ciegos de algún ojo, pero para eso estaba yo esquivando puntas de paraguas.
¿Me olvide de esta mujer que le había hecho una de sus mejores pajas? Imposible, pero tampoco había sido algo para recordar toda la vida ¿o sí? Por eso entre mi caminar lento esquivando paraguas, no me esperaba para nada que de repente notará como unos dedos me daban unos golpes en mi hombro. Me giré.
Ahí estaba Amanda.
Sola.
No había acompañante.
Quieta con su paraguas rojo (como no) abierto.
Con una sonrisa me dijo:
—Hola, me llamo Amanda, y gracias por el espectáculo que me has dado. ¿Te apetece tomar algo o seguir con lo que he dejado yo a medias con mi mano?
A ver, a ver.
Centrémonos.
Acabo de ver una obra de teatro, comedia.
Me he reído muchísimo, como hacía tiempo que no lo hacía.
Me he divertido bastante más.
Además, una mujer madura, me ha intentado hacer una paja.
Yo, además, le he hecho varias pajas o la he follado con mis dedos, por decirlo así.
Esa mujer estaba acompañada pero ahora no lo está, es más, está sola ante mí.
Tengo que hacerle algunas preguntas, pero me está invitando a tomar algo y acabar lo que no ha acabado con su mano.
¿Qué hago? Le digo que no, que prefiero irme a la habitación de mi hotel y hacerme yo la paja, recordando todo lo que he hecho con ella, e incluso ponerme a escribir todo lo acontecido, o mejor ¿acepto su invitación y quién sabe si acabamos follando como dos locos empedernidos?
No hace falta pensar mucho, la verdad, por eso me presente y le conteste a su pregunta:
— Hola, me llamo Jorge, y aunque no tengo nada que hacer ahora, bueno, intentar no llegar a la habitación de hotel en patera con lo que está cayendo de agua. Así que, acepto tu invitación, para tomar algo, porque al menos tú tienes que recuperar líquidos, que la risa hace perder líquidos corporales. Pero yo no sé qué abra abierto por aquí, porque he venido en metro, y la verdad es que creo que tú sabrás más sitios.
Entonces Amanda, gentilmente y sin preguntar aún, cosa que en una mujer no es muy normal, me respondió:
— Encantada. Pues mira, aquí cerca hay unos cuantos restaurantes, pero suelen ser caros, y normalmente si no tienes reserva, como que te hacen esperar un buen rato, cosas de los restaurantes, aunque también podemos ir a cualquier bar, pero una dama como yo no te va a invitar a un bar, así que, si no tienes nada que hacer, te vienes conmigo a uno que está cerca de mi casa y como tengo confianza, pues podemos cenar o tomar lo que quieras, y luego te llevo a tu hotel, porque parece ser que no vives aquí, aunque tu acento no es de muy lejos. ¿Te apetece mi invitación?
Jajajaja. Me rio por no llorar.
Joder.
Que la mujer que le acabo de hacer dedos, sin conocer de nada, me está invitando a cenar. ¿Quién en su sano juicio va a declinar o rechazar esa oferta o invitación? Yo no.
Y sin conocernos de nada, le puse mi brazo en ángulo para que se agarrara a él, símbolo de caballerosidad, a lo que ella sonriendo, acepto y se agarró con el brazo que la mano no sujetaba el paraguas. Pero aquí hay que puntualizar algo importante. Un caballero nunca deja que una mujer sujete el paraguas cuando van agarrados por el brazo del hombre. Es más, el hombre tiene que sujetar el paraguas y centrarlo para que ni ella ni él se mojen, y aquí es importante el tamaño de circunferencia del paraguas, no todos están pensados para que dos personas no se mojen, normalmente hay que juntarse mucho para que eso no pase. En este caso, yo al llevar mi chubasquero impermeable puesto, no me importaba mojarme un poco un lado de mi cuerpo. Pero la mujer no debe apenas o nada mojarse por la lluvia, esto es casi un arte en peligro de extinción.
Así que nos dirigimos en dirección contraria hacia donde yo lo hacía, y fuimos hasta pararnos en un coche, casualmente también de color rojo. Creo que a Amanda le gusta el color rojo, no sé porque, jejeje. La marca del coche la vi perfectamente, esa estrella de tres puntas. No diré la marca como siempre, porque no patrocinan esta historia.
Incluso creo que nos cruzamos de camino a su coche con el “maromo” que había ido ella al teatro, por definirlo así, que pasaba en un taxi, cuando ella supuestamente le había dado largas para no irse con él y buscarme a mí. Esto es para los hombres, no para las mujeres, “señores, a veces no hay que ser tan egoístas, y hay que pensar en que las mujeres deciden con quien se van, aunque no sea para sexo, sino para tomar algo, y eso no conlleva en denominarlas como “putas”, “zorras”, “guarras” o “hijas de p..”, que se suele pensar al tener un rechazo o una negatividad por parte de ellas. Simplemente porque no hayáis conseguido que os deseen, que las tengáis hipnotizadas por vuestra manera de ser, o simplemente porque vosotros no llegáis a pensar en las sutilezas que ellas valoran más que un polvo, es más, incluso diría otra cosa. Si solo hubiera sido tomar algo y ya está, no hay que pensar mal de sus actitudes, no vivimos en el siglo en el que el hombre podía estar con la mujer que quisiera, ahora son ellas las que deciden, donde, como, cuando, con quien y cuantas veces hacer lo que quieran. Así que, por favor, cuando vuestras parejas, esposas, novias, o como queráis llamarlas, deciden en un momento, no seguir con vosotros, pues nada, echarle imaginación y os lo curráis mejor, porque no siempre van a hacer lo que vosotros queráis, otras veces sí, aprovechar las que sean que sí”. Que a gusto me he quedado diciendo esta verdad. La mujer es libre de hacer lo que quiera como el hombre, no somos personas esclavizadas a otras personas. Un anillo, un papel firmado, no conlleva a ciertas relaciones tóxicas. Aquí también me he quedado muy a gusto diciendo lo que pienso, ya que somos libres, hasta que nos exploten como maquinas o robots.
Bueno, pues ella abrió su bolso, rojo (como no jejeje, va conjuntada la chica), saco el mando a distancia (negro, jejeje, todavía no he visto un mando a distancia de un coche de color rojo jajaja), mientras yo le sujetaba el paraguas para que ella no se mojara, y abriendo su puerta de conductor, y sentando su precioso culo en el asiento del conductor, me dio las gracias por hacer que no se mojara y me dijo que me fuera a la puerta del copiloto. Lo hice, mientras cerraba el paraguas y con mi capucha evitaba mojarme la cabeza. Entre en su vehículo y ella misma puso el paraguas en la parte trasera, en los asientos de atrás, al igual que su bolso. Aquí, con ese movimiento al girar su cuerpo, pude notar el pecho de ella pegándose a mi brazo izquierdo. Se sentía bien, vamos, plana no era, sino hubiera sentido sus huesos.
Nos acomodamos sentados. Yo tengo una manía cuando entro en un vehículo o coche, aunque esté parado, quieto, sin estar en funcionamiento, me pongo el cinturón de seguridad. Son manías.
Y Amanda, antes de ponerse también su cinturón de seguridad, me dijo:
— Supongo que te preguntarás que ha pasado con mi acompañante y quiero decirte la verdad.
Yo le respondí que no hacía falta. Cada persona tiene su vida y hace lo que quiere con ella. Yo no soy quien para saber la vida de las demás personas.
Pero ella acariciando de nuevo mi otro muslo, como lo hizo al principio en la sala del teatro con mi muslo derecho, suavemente, me siguió diciendo:
— Calla Jorge. Agradezco esa manera en la que actúas, que hacía mucho tiempo que no tenía en mi vida, incluso te diré que esa caballerosidad tuya, con esos gestos, como el de sujetar el paraguas hasta que yo he entrado en mi coche, ese gesto de tocarme y no parar de meter tus dedos sin mirarnos, esos gestos de entender que nos hemos calentado, bueno yo ya lo estaba de hace horas por el juguetito que tenía metido, esos gestos que has tenido con tus vecinos ancianos o mayores de poner sus móviles en modo avión y luego cuando ha acabado la representación de la obra, volver a poner en modo normal, son gestos, actos que pocos hombres tienen y siguen como si lo hicieran de toda la vida. Eso lo valoro mucho, pero yo quiero decirte que mi acompañante hoy no me ha producido ningún placer, porque quería algo que no me gusta a mí. Si es cierto que tenía la fantasía de tener algo de sexo en público, pero estos jóvenes no aprecian la discreción y el saber estar. Tú, con lo que has hecho, con lo que me has dado, y con lo que he recibido, me ha hecho pensar en varias cosas. 1, si me hubiera ido con mi acompañante, hubiera tenido sexo, sí, no te lo voy a negar, pero esa sensualidad, calidez, juego e incluso morbo, no lo hubiera tenido, es más, ese estaba ya demasiado excitado y estaría ahora donde tú, metiendo sus manos dentro de mi jersey, tocándome. No te niego que eso me gusta, a toda mujer nos gusta sentirnos atraídas y deseadas, pero eso no es lo que yo buscaba. Ese juego de excitarte con una discreción que nadie se diera cuenta, como es el caso de ti con todo lo que me has hecho, pues me ha dado que pensar mucho, y me he decidido por ti. 2, si quiero o si una mujer libre como yo, divorciada, con hijos adolescentes que casi ya tienen su vida medio echa, pero que este puente le tocaba a su padre la custodia y se han ido con él, si quiere tener un fin de semana largo de sexo, lo puede encontrar cuando quiera, yo lo había encontrado en él, pero como decirte esto para que lo entiendas rápidamente, lo conocí el fin de semana pasado. No te niego que haya tenido sexo intenso, pero tú sabes que cuando estas con una mujer que necesita sexo, le pueden dar horas y horas, pero también necesita salir y comprobar que ese semental sabe comportarse fuera de la cama. Este lo de semental solo es en la cama. Tratar o intentar comportarse fuera de ella, digamos que suspendió todos los exámenes, porque ya en el coche no paraba de comprobar si mi coño estaba o no mojado tras tener el plug dentro de mi culo, vamos, que una no sabe cuándo se le moja y necesita de la ayuda de otro. Por la calle no paraba de intentar meter mano a mis tetas, joder, una puede ser caliente, o puta, porque no decirlo claramente, pero sexualmente y cuando hay que serlo. En la calle hay que comportarse correctamente y no dar espectáculos, aparte que ese hombre no sabe si me puedo cruzar con alguien del trabajo o con algún vecino o conocido, y que vea que me dejo meter mano, que no quita que tenga morbo, pero solo pasa en las películas porno o en los videos, todo es montaje, y todo tiene un guion, aunque no lo parezca. Él no ha sabido o ni ha querido saber cómo comportarse. Tú, sin embargo, sabiendo lo que me has dado de placer en la sala del teatro, lo primero que me has ofrecido es tu brazo, no has pasado tu mano por mi cintura o no te has quedado a mi lado mientras veníamos hacia mi coche, o incluso no me has puesto una excusa para evitar no estar conmigo. Eso una mujer lo ve, aprecia y valora. Y 3, puede que con ese hombre hubiera tenido una noche de sexo salvaje, aunque eso me lo dio el jueves por la noche, y ayer, ya te digo que estaba aburrida, siempre lo mismo. ¿Contigo? No sé lo que va a pasar. Sé que ahora mismo, estoy ilusionada, alegre, y chorreando, majete, porque me has dejado creo que bastante seca, porque vaya dedos que tienes. ¿Qué va a pasar ahora? Pues mira, nos vamos a ir a cenar, porque como bien has dicho con sutileza e inteligencia, mis orgasmos me han debilitado no solo de líquidos, sino también de fuerza y necesito recuperar algo de fuerza. Te voy a invitar si quieres, no por compensar lo que ha pasado en las butacas del teatro, sino porque me pareces un hombre que, sin conocerte de nada, quiero saber de ti, al menos cenando algo. ¿Luego? Si quieres, te llevo a tu hotel, y ya no sabemos más, pero siendo sincera, y ahora lo estoy siendo, deseo pasar la noche contigo, a no ser que tengas que irte muy temprano a tu destino. Me da igual si hay sexo o no, aunque siendo sincera, me gustaría, porque si haces eso con los dedos, no quiero perderme lo que harás con tu lengua y con lo que he tenido en toda la obra, casi dos horas, en mi mano. Ahora decides tú.
Ante esta exposición de hechos, valoraciones y sinceridad, ¿que harían ustedes?
¿Se saldrían del coche y se irían a su hotel?
¿Cenarían con ella y luego, si te he visto no me acuerdo? Te llevas una cena gratis eso sí, jajajaja.
¿Cenarían y tendrían sexo con ella, y luego cada uno a su casa?
Pues le dije lo siguiente y conciso:
— Amanda, tú eres la que conduce. Tú decides. Pero como sigas exponiendo virtudes y demás cosas, las cocinas cierran a cierta hora, y nos quedamos sin cenar, jajaja, y mis dedos, como tú has dicho y sentido, han trabajado, necesitan algo de alimento para recuperarse, que la postura no era muy cómoda, la verdad. Respecto a lo que tenías en tu mano en la butaca, y que ahora veo que sigues acareando por encima de mi pantalón, decirte sinceramente, que prefiere estar dentro de tu boca, dentro de tu coño y posiblemente en lugar de ese plug que tienes metido, pero eso ya lo decidirás tú, porque mi tren no sale mañana hasta las 9 de la noche, de camino a casa. Así que, señora conductora, ¿porque no pones rumbo a ese restaurante o bar en donde vamos a comer algo para recuperar los dos las fuerzas y ya veremos donde acabamos la noche que, aunque es lluviosa, va a ser muy mojada y larga?
Y con una sonrisa que casi se le sale de su rostro, dejó de acariciar mi paquete, dio una vuelta a la llave de encendido del motor de su coche, y en silencio, salimos del aparcamiento en donde estaba ese vehículo estacionado. Si. Silencio, totalmente sin ningún ruido, al menos ese coche si estaba bien insonorizado.
Fin de la primera parte de la historia.