Amanda, 56, madrileña, divorciada. Prólogo.
Esta historia es real, para empezar. Quiero dar un apoyo a todos los actores y actrices del teatro español, no solo por la labor que hacen en su profesión a diario, sino porque realmente es una de las profesiones más duras como la de escribir (aunque la de escritor no está ni tan valorada ni tan remunerada como la de representar una obra de teatro, incluso diré que yo aún no he recibido nada por escribir, pero bueno, alguien tiene que hacerlo jejeje). No es fácil poner todos los días en escena a personas, para realizar la misma obra, ya que todos somos humanos y hacer que el público que va visualizar dichas obras salga igual de contento, aunque tú tengas un mal día. También doy mi apoyo a este género que en muchas ciudades y localidades va descendiendo, porque no es fácil encontrar obras de teatro en todas las ciudades o pueblos, y menos las que a mí me gustan más, las comedias, por tanto, mi apoyo a estos profesionales, y no solo a los actores y actrices, sino a todo el personal que trabaja en un teatro, que son muchos más y están detrás o no se ven. Dicho esto, comienzo mi historia real vivida en este puente del pilar, que este año 2023 empezaba en el día de la hispanidad, 12 de octubre siendo jueves y acababa el domingo 15 de octubre, es decir, cuatro días de puente, en el cual miles de personas han descansado o se han ido a diferentes lugares para desconectar de su vida rutinaria.
Pequeña introducción a la historia.
Nota de autor: Tiempo estimado de lectura es de trece minutos aproximadamente.
¿Qué iba a realizar yo para distraerme en este puente? Tenía, montaña, mar, tirarme en el sofá, pintar la casa por dentro, planchar la ropa, lavar también, o simplemente desconectar e irme a otro lugar. ¿Qué hice? Mirar en las carteleras de teatros y ver en donde podría escaparme estos cuatro días, cercanas a mi localidad o que tuvieran un transporte rápido. ¿Qué ciudad es la que tiene más obras de teatro? La capital del país, es decir, Madrid. Menos mal que se accede muy bien, ya sea por avión, por tren (AVE, tren de alta velocidad y alto coste del billete, jajaja, las cosas como son) o autobuses o coche, eso ya cada uno viaja como quiere, yo opte por irme en tren y en horarios que pudiera ser algo más barato, aunque he de indicar que la obra de teatro era lo más barato de todo el viaje. Y me fui solo. ¿Por qué me voy solo de escapada de puente? Porque a veces es mejor irse solo a la aventura. Tampoco va a pasar nada sabiendo donde vas, mi ciudad de nacimiento, la conozco bien, aunque ya no vivo en ella.
¿Alojamiento? Cualquier hotel de la ciudad, siempre hay habitaciones para los turistas.
Tenía sacadas las entradas para el sábado por la tarde o casi noche, y aunque en mi localidad hace aún calor, conozco las noches madrileñas de octubre, por tanto, previsor en ropa de entretiempo si hice acopio en mi maleta.
¿Qué haría el resto de días? Pues las compras que se suelen hacer previas a las navidades. Sí, previas porque, aunque aún queda bastante para las navidades, las tiendas siguen vendiendo productos, y aunque no soy de los que se van tres semanas antes a comprar los regalos, si aprovecho cuando viajo, que no suele ser muy a menudo. Total, el precio de los objetos o prendas que se ponen en el mes de octubre es incluso algo más barato que en pleno periodo navideño, y como lo que compro no es muy caro, pues da igual cuando se adquiera. Por tanto, el jueves, aunque era día festivo en el país, las tiendas de ciudades grandes siempre están abiertas, en horario comercial. Así que, jueves festivo, y viernes laboral, de tiendas, a comprar ropa, y cosas que se regalan en navidades y que no utilizas el resto del año. Sábado tranquilo, y obra de teatro, y domingo como todos los que se han ido, pues volver a tu lugar de residencia o trabajo. Ya tenía programado mi puente del pilar. Esto es lo que yo me programe, pero no tiene nada que ver con lo que me paso, por eso lo cuento en esta historia, real, tan real como que la sangre que corre por mis venas es roja.
El miércoles por la noche, era cuando yo me subía desde el sur del país al centro o a la capital, incluso mi tren llegaba casi a las doce de la noche a la estación principal de Madrid. Todo el mundo la conoce, y si no, una pista es Atocha. Indico que el tren no iba vacío, es más, todos los vagones, iban repletos de personas, no había ni un solo asiento libre, ni en el vagón cafetería. Lo sé, porque me dio por ir a por un sándwich, y si lo sé, me llevo un bocata de casa, porque no exagero, pero más de media hora para que me atendieran de todo el mundo que estaba esperando. El viaje son casi tres horas, realmente son dos horas y tres cuartos de hora, pero si llegas a las doce de la noche, a las nueve estás saliendo de la ciudad en la que me tuve que desplazar, porque mi localidad costera no es la ciudad de Málaga, así que, como salí con tiempo, pues digamos que de mi casa era aún la tarde y cuando llegue a Madrid era plena noche fría, que cambio de temperatura más brutal. Me fui para el hotel y tras darme una ducha y quedarme totalmente desnudo, porque me encanta salir de la ducha casi sin secarme, pues estuve viendo un poco mi correo por mi móvil y ya tenía algunos mensajes de personas que me invitaban a pasar el puente con ellas, pero ohhhh, eso hay que avisarme con más tiempo, no el día de antes. Respondí a los diez mensajes y viendo un poco la tv de la habitación, me quede totalmente desnudo y echado en la cama, creo que me dormí algo, porque cuando levante un poco la pestaña de mi ojo, creo que serían las dos de la madrugada, por lo que me metí en la cama, solo, porque nadie me iba a visitar en mi habitación y me quede frito (dormido, para quien no sepa lo que es).
Jueves día 12 de octubre del 2023. Madrid. Hotel silencioso en los pasillos. Son las 10 de la mañana, menos mal que la noche anterior puse el cartel en la puerta de no molestar, por lo que las camareras que limpian las habitaciones, digamos que en la mía no me molestaron, (un apoyo a todo el personal que trabaja limpiando las habitaciones de los hoteles, sobre todo porque lo hacen en silencio, y eso que usan aspiradoras para limpiar las moquetas), y tras darme de nuevo otra ducha, pues me dispuse a vestirme y salir del hotel para ir a comprar. ¿Desayunar? En cualquier cafetería de la ciudad, se desayuna muy bien. Pero recordaba una muy buena en la paralela a la calle preciados de Madrid, totalmente peatonal, y que durante el tiempo que viví en dicha ciudad, una vez al mes o cuando podía, iba a tomar algo a dicho local, y sigue teniendo la misma estética, con lo cual también se agradece que la mantengan, por el simple hecho de que te hace recordar momentos antiguos y muy buenos. Además, como está situada a escasos metros del kilómetro 0 de la ciudad y país, pues digamos que no hay perdida. Tras desayunar y reponer fuerzas, ¿a dónde ir para comprar ropa y demás objetos? Muy fácil, subiendo la calle, o bajando hasta la puerta del sol e irte a las demás calles, porque todas son peatonales, menos la puerta del sol, pero digamos que te hartas de tiendas y más tiendas, grandes, pequeñas, de todos los gustos. Así estuve digamos desde las once de la mañana hasta las tres de la tarde. ¿Comer? ¿Donde? En cualquier restaurante o bar, tienes para elegir, es el centro de la ciudad o al menos es en donde vas a encontrar más. Y como al ir solo no tienes prisa de nada, pues puedes elegir el que te de la real gana.
Después de comer. ¿Qué se puede hacer? Miles de cosas, pero yo tengo una añoranza por dos sitios desde que no vivo en dicha ciudad, uno es el Palacio Real con su jardín en el cual puedes entrar sin problemas, otro es el Parque de El Retiro, se puede decir que incluso es uno de los pulmones de la ciudad, por toda la vegetación y cuidado que tienen, además de ser en donde se realiza todos los años (menos los de la pandemia del covid) la feria del libro, que aunque sea un escritor anónimo, siempre es bueno ir a visitar dicha feria y ver que hay. Y luego, uno de los lugares que más me gustan para ir el Paseo de la Castellana (con un inconveniente muy grande, hay mucha circulación, muchos coches, por tanto, aunque también es muy bonito y con vegetación, sus 6,3 kilómetros de distancia, para dar un paseo tranquilamente, es algo incómodo, sobre todo por sus rotondas y cruces de carriles entre las calles, como que no es nada cómodo para darte un paseo andando, por lo que a mi gusto y habiendo nacido y vivido durante unas cuantas décadas en dicha ciudad y ya no viviendo en ella, no es precisamente como un paseo marítimo para andar tranquilamente sin apenas oír nada de ruido), por lo que mi opción para pasar la tarde tranquilamente fue el pulmón principal de la ciudad, el Parque de El Retiro. Allí estuve hasta casi anochecer, para irme de nuevo a otro restaurante y así al menos cenar en condiciones, antes de irme con todas las bolsas de ropa y objetos que había comprado a la habitación del hotel.
Esta historia parece aburrida, verdad, ¿no?, jajajaja, pues no, no es así. Esto es solo el prólogo a la historia realmente que me ha ocurrido.
Una cosa es irte de tiendas, toda persona que lo ha hecho, acaba destrozada si no es su trabajo habitual, y menos para una persona de cincuenta y tres años como yo, que no me pego estás fiestas textiles, y otra muy distinta es comprobar que el mundo es un pañuelo. ¿Por qué digo esto? Muy fácil.
Madrid.
Ciudad grande.
Ciudad en donde no caen cuatro gotas, no, si llueve es para quedarse calado o recién salido de una piscina o mar, vamos, completamente mojado, aunque en tu residencia habitual haga un sol e incluso estés en manga corta, pero aquí, no. Aquí, en Madrid, en el puente del pilar, llueve. Menos mal que uno es previsor y sabe que las primeras tormentas en la capital del país, son precisamente eso, lluvias, contundentes, por lo que me lleve ropa para ello.
Donde es imposible no, pero casi, encontrarte con alguien conocido mientras estás en un parque de 118 hectáreas (El Parque de El Retiro, es a quien me refiero y quien no sepa realmente cuanto espacio es una hectárea, les diré que es algo así como 1.180.000 metros cuadrados, vamos, pequeño no es el parque en sí, jajajaja). Y que además tiene horario de apertura y cierre, durante la primavera y verano, es decir desde abril hasta septiembre abre a las 6 de la mañana, con la fresquita y cierra a las doce de la noche, pero en otoño e invierno, es decir, desde octubre hasta marzo, abre a las 6 de la mañana (hace un frio de cojones) hasta las doce de la noche (que sigue haciendo ese frio de cojones). Esto es como un dato para que la gente que lea esta historia, al menos esté algo informada.
¿A quién te puedes encontrar y decir la mítica frase “el mundo es un pañuelo”? Pues nada menos que a una de mis antiguas amigas (amigas, por decirlo cariñosamente, aunque es mejor no tener ese tipo de amigas), aunque realmente ella fue una de mis primera amigas casadas con derecho a follarla hasta que ella se aburriera, o dicho de una forma más sutil, “ser su amante, pero no el primero, sino el último de la lista que ella tenía” aunque actualmente se ha cambiado ese término por uno más conocido y para mi gusto, algo vulgar, “follamigo”, de la década de los noventa. Sí, esta mujer cuando la vi, creo que apenas había cambiado en figura, seguía haciendo que los hombres de cualquier edad, se giraran algo sus cuellos, al verla caminar. No me lo podía creer. En un parque tan pequeño como es El Retiro. A las 6 de la tarde, en pleno día festivo, me la encuentro, porque yo estaba andando tranquilamente por el parque y ella grito mi nombre. Me paré en seco. No todo el mundo grita tu nombre. Se puso de pie. Me gire un poco sobre mi cuerpo para intentar ver quien había pronunciado mi nombre. No es que recordará ya su voz, pero seamos sinceros, cuando gritan tu nombre, sueles mirar a todos lados para saber quién es y juro por mi sangre roja, que mi corazón acelero a lo bestia, pero es que mi polla se levantó de su siesta al verla. Estaba vestido con un pantalón vaquero, el bulto apenas se notaba, para las personas que piensen mal, jajaja. Ella estaba con una amiga, y al quedarme quieto, parado, casi totalmente petrificado, pero con una sonrisa que podría ser anuncio de dentífrico, sin abrir la boca o separar mis labios. Coño, que estaba viendo a una de las primeras mujeres que me hicieron apreciar el sexo extra conyugal por su parte, y seguía sintiendo ese deseo de empotrarla allí mismo (esta es la parte bonita y he querido maquillarla realmente, porque no sentí eso exactamente al ver a esta mujer que no es la protagonista de esta historia. Digamos que cuando te encuentras después de varias décadas, a una persona que te hizo mucho daño, que incluso te decía en cada encuentro “eres el último mono de mi lista y por eso te he llamado para que me folles” pues no te deja muy buenos recuerdos, pero ante todo hay que ser un caballero y no perder las buenas costumbres que tienes), solo que no lo hicimos, no hay que dar espectáculos gratis en pleno parque con más gente, jajaja. Aparte que ella no estaba sola, supongo que sería una amiga la que la acompañaba. Pero esta historia digamos que la trasladamos al capítulo “La zorra que pasó de mí y la vuelvo a encontrar” y nos vamos directamente al sábado, el día en que ocurre dicha exposición de los hechos sexuales de este puente, por cierto, pasados por agua.
Sábado, 14 de octubre del 2023.
Levanto un ojo a eso de las tres de la tarde.
No preguntéis porque me levanto tan tarde, sino realmente a qué hora me acosté para levantarme tan tarde. Para eso es mejor leer la historia “La zorra que pasó de mí y la vuelvo a encontrar”. Como es lógico, desayunar a esa hora es ilógico, por lo que me baje de la habitación del hotel a ver si me podía comer algo. Lo bueno de una ciudad como Madrid, es que, aunque sea tarde para comer, siempre encuentras sitios donde comer algo, un bocadillo o cualquier otra cosa.
Recibí una llamada de las que estuve la noche anterior, preguntándome si tenía algo que hacer esta tarde o noche, a lo que le repetí creo que por tercera vez que tenía reservada toda la tarde para mi disfrute. Un hombre con 53 años de edad se puede permitir darse caprichos, sobre todo si no tiene pareja, no tiene que dar cuentas a nadie, y lo más importante, siendo libre, por tanto, y muy respetuosamente o siendo caballero de nuevo, le dije amablemente y en un tono agradable “tengo toda la tarde para prepararme para ir al teatro, que no suelo verlo muy a menudo, y además luego, cuando salga de divertirme de la obra, me iré tranquilamente a dar una vuelta, cenare donde sea y no te lo tomes a mal, pero pasó olímpicamente de lo que quieras proponerme. Un beso y ya hablaremos”.
Si.
Lo reconozco.
Soy demasiado chulo o prepotente o poco caballeroso. Pero es que pasó de que me mareen a estas alturas de mi vida. Así que me di un paseo viendo que seguía estando nublado el cielo y teniendo esa sensación de que en cualquier momento empezarían a caer gotas de agua, pero también es agradable dar un paseo sabiendo que las primeras gotas de agua que caen, se reparten por tu rostro. Por eso me encamine hacia el Palacio Real, y así tomarme ese maravilloso paseo para luego ver esa construcción que ni me acuerdo de que siglo es, pero que es una de las bellezas arquitectónicas antiguas de la ciudad, aunque tiene otras muchas.
¿Por qué di ese paseo? Muy fácil, para olvidar. La gente da paseos por muchos motivos. Las mujeres (no todas, claro) suelen dar paseos para pensar, aunque hay hombres que también lo hacen, cosas que hace el ser humano. Yo lo hice para olvidar todo lo que había experimentado la noche anterior y, sobre todo, para no sentarme en la butaca del teatro y ver una obra que seguramente era muy buena, pensando en el pasado. No. No, señoras, señoritas, señores y demás personas que lean esta historia. Cuando te sientas para ver una película en un cine, para ver una obra de teatro o un concierto, no hay que pensar en nada, es más, se disfruta mucho más si tienes la mente en blanco o, dicho de otro modo, “disfrutando y sin pensar”, por eso me di ese paseo, para empezar a enterrar en cada matorral que veía, todos los posibles sentimientos que me hubieran producido el encuentro sexual anterior. ¿Y por qué lo hago en ese camino? Muy fácil, porque siempre lo hacía cuando vivía en dicha ciudad, y todas las ciudades tienen parques con vegetación, en donde poder enterrar metafóricamente los sentimientos. Se van a quedar ahí, y ahí es donde se quedaron para alegría mía, aunque también os podéis preguntar ¿y por qué no la bloqueas en tu móvil o teléfono Smartphone? Cierto, pero un caballero nunca bloquea a nadie, lo único que hace es tener esa agenda del pasado, porque nunca se sabe si volverás a ver a esas personas a lo largo de tu vida. En mi caso, digamos que prefiero actuar como actúan dichas personas, porque siempre lo diré, los humanos somos espejos, dependiendo de lo que das, vas a recibir, y en el caso de esa mujer, estaba recibiendo lo que había dado durante mucho tiempo.
Bueno, el prólogo acaba aquí. Siento haberos dado la paliza, pero a veces es mejor poner en situación que tragarte la historia sin saber de que iba. Espero no haberles aburrido mucho, pero ahora, por favor, los que tengan que ir al lavabo, a la cocina, al armario a por una manta, o simplemente a poner el cargador del móvil o de la tablet para que no se queden sin batería, háganlo, porque aquí comienza la primera historia de la saga “Hay que ir más al teatro” en donde espero que, si alguna vez la ven en un teatro, sepan lo que puede ocurrir no en el escenario jejejeje. Disfruten, como yo lo he hecho.